Y aprenderé a caminar al compás de mi vida.

Y como una casa ardiendo me consumo, como el cigarrillo que permanece en tu boca con el fin de hacerle algo productivo a esos pulmones que son más negros que blancos.

Con cada palabra, mis sueños se van cogiendo el primer bus que le abran las puertas y me hundo en mis propias lagrimas cada vez que intento tirarme al carrito vació que paseas galanteando.

Que no se que viene todo esto, ni cuando durara la tristeza que invaden mis ojos rojos  mas de llorar que de inflamarme a sustancias perjudiciales. A veces pienso que caigo por caer y me levanto no sé cómo.

Pienso que todo pasa y que sonreiré cuando crea que no pueda. Que dejare  de echarte de menos y buscarte en el reverso de mi corazón, mis versos  ya no tendrán dueño y podrán volar como las golondrinas de Bécquer.

Superare  montañas y borrare huellas equivocadas, que el barro ya no me querrá ni yo querré tus besos ácidos en luna llena.

Llegara ese día donde los rayos solares atravesaran mis cristales y no tendré miedo de mirar los recuerdos del ático. Las sabanas no se amoldaran a mis caderas y yo no suspirare tu nombre entre vocales desconocidas.

Tu ya no serás tú y yo ya no seré la vagabunda que se quedo impregnada en tus pupilas. Que llegara el día en que deje tocar la sintonía de este sentimiento.

Y aprenderé a caminar al compás de mi vida.

Dejando atrás todo aquello que impedían  la cicatrización de unas heridas que ahora escuecen menos que ayer pero más que mañana. Y estoy segura que mis labios dejaran de echar de menos tu piel y mis oídos se olvidaran de tus te quiero´s, anulando cualquier anhelo al roce de tus caricias.