Noviembre.
Decidiste acabar lo que nunca se
empezó.
Decidiste huir en silencio, sin
despedirte de la sonrisa que te revivió.
Noviembre se ha ido dejando atrás las
intenciones y las sonrisas de una niña a medio coser. Noviembre ha decidido
retirarse de la guerra contra demonios internos, porque sabe que está perdida.
Noviembre ha desplegado sus alas muy
lejos de las caricias que le prometieron refugio. Ha estornudado hasta expulsar
todas las espinas que le anclaban en el mismo día de un año que hace tiempo
paso de largo. Ha cerrado los ojos ante la muerte para después abrirlos de
golpe, y darse cuenta que aún no era su hora.
Noviembre, tímida y miedosa, decidía
salir del armario en el que se encerró por pánico a los cuervos que la
esperaban detrás de la puerta; cuervos que se convirtieron en mariposas
cuando los miro a los ojos.
Noviembre tiene dudas viviendo en sus
mejillas pero eso no le impide abrir puertas, buscando el por qué de las razones
que la destruyeron en su tiempo. Noviembre ya no quiere vivir en el mismo sitio
que sus heridas, no quiere besar donde sólo hay clavos ni abrazar a cactus.
Noviembre quiere abrir la boca y, sólo por un instante, no sentir que su alma
quiere irse muy lejos de su cuerpo.
Noviembre, pequeña e insegura, no
quiere más guerras contra sus monstruos. Ha rehecho su cama pero no consigue hacer lo mismo con su corazón, aún está el caparazón que puso cuando el único habitante que
residió en él se fue. Noviembre nunca logró acabar la historia que dejó en el prólogo,
tal vez porque nunca hubo nada que acabar y ella aún no lo sabe.
Noviembre, ya no quiere volver dónde
tú dejaste todos los recuerdos compartidos.
Noviembre. Ya ha dejado de ser la niña que se buscaba en tus ojos.
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