Papá.
No
estás.
Te has
ido.
Y la
oscuridad ha conquistado toda la habitación.
El silencio camina despacio
entre la risa ahogada y la piel desierta de caricias. El sonido de tu risa se
siente en otra frecuencia y el caminar de tus pies se han perdido en el desierto
del olvido, ya no hay nadie que pronuncie tu nombre y no tiemble de añoranza.
He buscado tu ultimo abrazo en el penúltimo café que me hiciste, pero se ha
derramado por toda la sabana como tu grito oprimido.
Te has dejado un suspiro a
medias y muchas historias por contar. Te has dejado un beso en tu almohada y la
bachata que no te dio tiempo a bailar está en tu armario. Has abierto
repentinamente las puertas de la vida y sin previo aviso, has decidido
cruzarlas. Nos has dejado; en medio de un campo de desconcierto e
incertidumbre.
Dónde estás que ya no te
vemos, que no podemos tocarte, que no podemos gritar que nuestros corazones ya
no consiguen sintonizar contigo. Dónde estás que las hojas ya se precipitan
hacia el suelo y el invierno ha entrado en batalla con el calor de primavera.
Dónde estás que no nos
escuchas, que tu corazón se ha parado a las nueve y tus planes se han esfumado
como todas tus intenciones. Dónde estás que no me ha dado tiempo a decirte te
quiero antes de que tus ojos se dejasen llevar por la armoniosa melodía de
Morfeo.
Dónde estás que ahora ya no
escuchamos tu risa jocosa ni sentimos tus dedos sobre nuestra piel fría. Dónde
estás que ya nadie nos abriga. Dónde estás que el gato ha seguido tu colonia
veinte veces y ha vuelto con las orejas agachadas y un maullido triste.
Hay noches que nuestros corazones respigan un
poco debido a recuerdos lejanos, a una rutina a la que ya no volveremos, a
saludos rápidos que ya no daremos, a la suerte que te deseábamos cuando ibas a
trabajar. A respirar tranquilas cuando volvías y aunque estuvieras cansado aún
tenías energías para una pequeña broma.
El miedo nos ha zarandeado de
repente. La vida nos ha golpeado con la mano abierta y deprisa y solo hemos
podido susurrarte “te necesitamos” aunque tu ya no nos podías escuchar. Hay un
futuro incumplido en el buzón y ya nadie podrá vivirlo porque el destinario ha
desaparecido.
Los días se han vuelto
monótonos y ya no hay nadie que se ría de alguno de mis disparates. No hay nadie
que adormezca las dudas de mamá ni que le conceda el abrazo cálido que necesita
mi hermana en los días grises.
A veces hay un silencio catastrófico
cuando el reloj del comedor anuncia que la medianoche ha llegado y no le acompaña
el sonido del microondas donde un vaso de leche caliente esperaba a quién
siempre será el verdadero rey de nuestro hogar.
Qué bonito 🥲
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