Cierra los ojos.
Cierra los ojos y vuelve
a susurrarme: “mi amor”.
Me
he dicho tantas mentiras que ya no sé en qué cajón escondí la verdad. Me he
mirado al espejo cuarenta mil veces mientras me decía que ya no te quería, que
mi corazón había encontrado otro pirata a quien regalarle mis caricias; me he
mentido creyendo que así dolería menos la ausencia que me dejaste.
Me
he mirado a los ojos y no he podido pronunciar tu nombre en voz alta, aún sigue
quemándome por dentro porque me recuerda todas aquellas cosas que nos quedaron
por hacer. Le he prometido a mi niña Triste que tus caricias se convertirían en
olvido pero le estoy fallando, cada vez son más recuerdos y más dolor en su
caja torácica.
He
perdido la voz de tanto gritar auxilio en la nada. Me olvidé de dejar migas de
pan para poder saber volver a casa, supongo que, pensé que tú siempre serías mi
hogar. Ahora que te has ido no hay nadie que me sujete de este precipicio al
que llaman vida. No hay nadie que me lea los ojos ni que me acaricie el costado
cuando los monstruos vuelven a golpear.
Que te has ido, sí, y
también sé que yo te he abierto la puerta para que lo hicieras; no fuiste tú, fue mi herida del pasado que no pudo cicatrizar.
Me
he lastimado. Me he arrancado las costras para ver si volvías a curarme. Para ver
si tu corazón se detenía al oír mis gritos y volvía queriendo abrazarme entre
sus brazos invisibles pero no; sé que nuestra historia llegó a su final, pero
entiéndeme, todavía mi corazón se estremece cuando cree oír tu voz.
La
única verdad que no he conseguido –ni creo que pueda- es que te echo de menos.
Echo de menos tu risa, tu inseguridad dibujando mis ojeras. Echo de menos las
caricias que me arrancaban del pasado y me hacían vivir el presente. Echo de
menos mirarme en tus ojos, suicidarme día tras día en ellos mientras pensaba
que nunca dejaría de sumergirme en ellos. Echo de menos tus dudas, tus monstruos escondiéndose detrás de mis pestañas y aquellos abrazos que duraban una eternidad.
Te echo de menos aunque ya no te importe.
Ojalá me cortase con la hoja de nuestra
historia y me diese cuenta que tú nunca quisiste estar. Que sólo fui una parada
más para tus labios, una conquista a la que olvidar.
Ojalá
me dolieses menos.
Cierra los ojos y cógeme
la mano,
esta caída tiene tu nombre.
señora no se muy bien como he acabado aqui, pero HO-LA.
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