Se le pasa la semana intentando reencontrarte.

Cada martes acudía a la clase de salsa, sacándola rendimiento a las caderas que a ti tanto te gustaba recorrer. Los jueves, viernes y sábados se hacia un hueco para pasear en el silencio inmune de ese parque que hacia tiempo que carecía de niños correteando. En ese silencio se sumergía con cada gota de lluvia que solía caer, se encontraba acompañada en los susurros del viento que rozaba su suave pelo cobrizo. Con cada punto y coma que su garganta era capaz de imaginar y con cada sílaba que los versos unidos hacían silbar, se creaba un ambiente de absoluta comodidad en sus dos luceros marrones.

Los domingos y miércoles eran su día preferido, los solía dedicar para acudir a clase de canto, componiendo canciones que su mente ingenua  escondía tu nombre entre los acordeones de cada principio y final, siempre acudía con el mismo vestido turquesa de la noche en el que el mar decidió comerte bajo la luna espléndida, que luce su preocupación cuando intenta abrazar a la desolada Julieta, desde ese día su cara se convirtió en el mismo funeral del sentimiento que se cosecho desde el veintidós del sol afónico.

Y los lunes.. Los lunes son su bien mas preciado y su sonrisa de flores marchitadas que se convierten solo ese día en el campo que hubieras querido regar. Los lunes son su sello de reina soñadora, su manto caliente que la cubre toda la semana a la espera de encontrar los dos hoyuelos profundos que a ti te encantaba besar.

Al final se le pasa la semana volando entre ilusiones que le hacen creer que volverá a ver tu andares en el retrovisor de tu seat negro azabache donde tantos amaneceres compartisteis en suspiros.

Y piensa de nuevo, en todos los momentos que os quedaron por descubrir con cada te quiero pronunciado en secreto.

Su mirada de paisaje busca entre el bosque que te vio marchar

Cuando quisiste prometerle el mundo a sus pies

Un agosto de mucho calor y asombro

En el que sus dos luceros se partieron a llorar por primera vez.