A veces pienso que el Amor no nació para mi.
Quisiera
poder escribir todas aquellas palabras que se traban en mi garganta, sobre
aquella espalda fría, que intenta protegerme de todos los monstruos. Eso que me
acechan cuando cierro los ojos, y visto mis sueños de deseos.
Podría
empezar por acariciarle las heridas, las mismas que tengo yo, ahora en forma de
cicatrices rosadas, que palpitan fuertemente bajo mi piel, como si quisieran
irse lejos, muy lejos de todo aquel Dolor que vivieron.
A
veces pienso que el Amor no nació para mí, otras que yo no nací para el Amor –
y puede que esté en lo cierto- Todo lo que empieza, acaba, mal o bien, pero los
puntos finales ya cuelgan en mi sonrisa, o tal vez el miedo de perder (te) que
se engancha en mis andares.
Necesito
no necesitarte, o simplemente no querer versarte cuando mis hojas hacen que me
desangre llenando el vacío, irónicamente de color.
Por muchos
te quiero´s que me susurren, mi corazón se
encogerá con el fin que la Tristeza no vuelva a visitar su coraza, y mis lágrimas
se precipitaran al gélido recuerdo, sin darle tiempo a mis pulmones, a inhalar
el suficiente oxígeno, como para optar por el suicidio de prosas en otros
cuellos, llenos de promesas rotas.
Hoy me
quedo corta de palabras, de sentimientos y de besos que acompañan al viento en sus viajes de temporada, entre invierno y primavera, que arrastran viejos recuerdos bañados de cristales rotos.Tal vez sea porque te llevaste una parte de mi alma (hecha jirones) con tus mentiras decoradas de bellas caricias.
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