Atrás quedo la calma, el océano volvió a rebelarse.

Ella vuelve a ser la vencida. La que llora tras una cortina llena de tinta, mientras siguen acribillándola a mentiras constantes. Vuelve a rogar perderse, mientras las lágrimas se deslizan por su mejilla fría, como su corazón, hacia el abismo que tiene bajo sus pies.

Las flechas se cansaron de ir con ella, y se pasaron al bando del Dolor, donde recargan sus puntas, con afiladas palabras, que rasgan su alma poco a poco. Nadie sabe qué es lo que esconde en su mirada, o que sentimiento la invade, cada vez que le piden a susurros, que no deje que esta batalla la gane el mismo.

Pero saben ellos mejor que ella, que eso será casi imposible. Hasta la propia Nostalgia la ataca. Los versos empiezan a desprenderse de su cama, las sabanas con cierta alegría, reciben a los monstruos que se esconden, acechantes a cualquier cuerpo que se pose sobre ella; con la paciencia de una Gacela, la esperan, envolviéndole la Tristeza, como si fuese un regalo.

Ella se deja a merced del viento, que recorre continentes, recogiendo a esas niñas perdidas, que dejaron de saber cuál es su lugar, en ese planeta, más de locos que de cuerdos. Empieza a versar espaldas, caricias y gemidos, con el fin de encontrar quien será el que no le rompa más su corazón.  Pero nadie llega, nadie se atreve a cruzar el puente, y besar sus heridas,  aguantándose las ganas de llorar, cuando sus labios pronuncian que el Dolor parece reinar su mundo.

A veces dice que prefiere que nadie la entiende, que es mejor fingir que su cielo es azul, mientras las grietas de Roma vuelven a colarse en sus venas, trayendo consigo la hundida Venecia, o incluso dejando construida una Torre Eiffel que se resquebraja, cuando nombra a su almohada, el nombre de él.

Pero dejadla, que encuentre la brújula que se le perdió, aunque eso conlleve pisar pequeños ríos, que la arrastran hacia otras lunas. Tal vez así, sepa quién es el verdadero guerrero, capaz de derrumbar su fuerte, sin la necesidad de destruir todo lo que hay detrás.