Siempre es la herida, y tú el cuchillo que la hace sangrar.
Hoy,
tenía la intención de dejar que los sueños fuesen el último suspiro de mi
mañana. Quería convertir el gris oscuro, en el blanco de tu sonrisa, o en el
verde de tus ojos. Venia dispuesta a sacar todos los miedos de mi cama, y a
combatir los tuyos con flechas envenenadas como aquellas manos que me dejaron
caer.
Venía
con intenciones de deshacer tu cama, y rehacer tu corazón. Pintar el cielo de
ese azul que tanto te encanta, y matar a todas aquellas zorras que aún
persiguen tu aroma. Me estaba quedando un silencio bonito como cobijo los
domingos por la noche, aunque ya no me quedaba suficiente veneno como para
espantar el lunes odioso.
Venía
con tantas cosas para decirte, con las
ganas terribles de versarte y regalarte un trozo de mi corazón, mientras dejaba
que tus manos me recorriesen. Hasta que oí el terrible portazo. Me descolocaste
el puzzle, despegaste el miedo de mis comisuras, y los gritos mudos volvieron a
resonar.
Quería
escribir con la alegría espantosa de creer que no te iba a perder. Pensaba esperarte
los miércoles en la estación, impaciente por ver que un día más tu sonrisa
llevaba tatuado mi nombre. Oír los viernes la lluvia de nuestros ojos, y
ronronearte todos los sábados, sin el temor a que el Dolor llegase.
Tenía
un año perfecto planeado, sin nada que quedase en el cajón de las intenciones,
y sin Amor que se desaprovechase. Hasta que oí el terrible portazo. Aquel que
entre ruido y roturas, me confesó que
te habías ido, sin darme tiempo a
acostumbrarme a tu presencia.
Creo
que el error fue mío por correr más que el reloj, y llegar a la meta cuando tú
aun seguías en la salida. El asunto ya
no era si me querías o no, o si esto era una batalla que merecía la pena
luchar, tal vez es que de tantas guerras, me acostumbre a combatirlas antes de
que empezasen.
No
me valen los ‘lo siento’ que escuecen o los ‘ te quiero, pero…’ que arrebatan
el corazón a sangre fría. No quiero que seas mi venda, ni el betadine. Porque eres el cuchillo imprevisible, el
hacha asesina de mis labios, y el alma oscura que me dejo la niebla, esa que ahora
me destruye.
Nunca
he sido la espada que arranca sentimientos, yo he sido más bien la herida sin serlo, y el corazón roto sin
estarlo, la soga que no ahoga, pero se ahoga, y el veneno que se mata. Al final de todo, la chica triste sigue
permaneciendo en mis palabras, deambulando entre rimas vacías, y las manos sin
tinta que no valen la pena beber.
" Al final de todo, la chica triste sigue permaneciendo en mis palabras, deambulando entre rimas vacías, y las manos sin tinta que no valen la pena beber." Que preciosidad... :)
ResponderEliminarNo creo que cometieras ningún error por correr más, supongo que yo hubiera hecho lo mismo por alguien que quiero. Hubiera hecho miles de planes y hubiera demostrado todo mi cariño en poco tiempo, y me hubiera quedado a medias, ya que a mi tampoco me hubiera dado tiempo.
La parte en la que dices "me confesó que te habías ido, sin darme tiempo a acostumbrarme a tu presencia" me ha encantado. Y es que, es así, muchas veces ni siquiera tenemos el tiempo suficiente para haber aprovechado al máximo a una persona, porque corren tanto, se van tan rápido...
Ya sabes que me ha encantado^^
Un abrazo muy muy fuerte.
Me encanta cómo escribes. Es precioso :)
ResponderEliminarEres capaz de escribir de una forma tan bonita lo que yo no me atrevo, que espero poder seguir leyéndote por mucho tiempo.
Un saludo :)
Creo que todos tenemos intenciones, ganas, planeamos cosas y sobre todo, pensamos más de lo que luego hacemos.
ResponderEliminarQuizá el error no fue del tiempo, de la carrera, de él o de ti sino de no acompasar vuestros relojes, no correr en la misma pista y no hacerlo en la misma dirección...
un besoo!
hola :) Me gustó lo disfrute mucho y es verdad algunas veces planeamos cosas sin imaginar que el de atras mmmm no este preparado o simplemente no quiera. ojala te pasas por mi blog
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