A M y a P.

A M y  a P,
Por quererse con el reloj parado.

A M le gustaba la Primavera disfrazada de Invierno mientras que P, lo odiaba.

M siempre fue un alma  revoltosa, la tilde que siempre se escapa y el punto que nunca quiere pertenecer a ningún texto. M era de las que sonreían, siempre y cuando, había motivos suficientes para hacerlo aunque por fuera  desprendiese alegría, su interior estaba lleno de telarañas. M siempre tuvo miedo a su armario y no a los monstruos que dormían con ella. Según ella, todo lo que no se ve es lo que realmente causa el mayor destrozo en tu vida.

P proclamaba a los cuatros vientos, su carencia de alma y de corazón; nunca había sentido ni pretendía llenar su interior de aquellos sentimientos tan complicados e inútiles.  P no sabía lo que era sonreír y mucho menos, qué era eso de reírse. Era un perdido en un bosque conocido. Era un sin alma con toda su vida a medias.

M conoció a P una noche de lluvia, de recuerdos difusos que llamaban a sus mentes. P descubrió la sonrisa más bonita en el rostro de M. M descubrió el corazón más tierno en la caja torácica de P aunque le costó un poco que P reconociese que era mentira eso de que no tenía corazón y más aún que nunca había sentido.

P adorno su camino con las huellas de M. Le concedió un poco de aire a la máquina que bombea sangre en su interior y retiro la soga que le cubría el cuello a su Amor. M se bañó en felicidad y le quito el polvo a sus dedos, quería pasearse por la piel de P, dibujarle las mariposas que revoloteaban en su mente – y en ocasiones, en su estómago- y susurrarle, que él era todo para ella.

A pesar de todo, hubo más días grises que azules, más vacíos y demasiados silencios entre los dos. M había conseguido disipar su miedo al armario pero lo había trasladado a su mente. P quería quererla, por primavera y última vez y sólo consiguió terminar de ahorcar al Amor, disfrazar el miedo al sentir en un sentimiento que más que arreglar, destrozaba.

A M siempre le gusto su risa aunque P nunca lo supo.
P lloró sangre, cuando la tinta de M desapareció de su piel, pero está nunca vio como P se rompía en pedazos por negarse a aceptar que la quería.
M puso su vida en un reloj parado, P decidió no darle cuerda.

El reloj no avanzó, sus corazones sí.


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Comentarios

  1. ¡Ay! Qué preciosa historia. M y P son amor mientras el tiempo no existe <3
    Un besito

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