Hecatombe.
A veces –siempre-
somos nuestros propios asesinos,
aunque tengamos la posibilidad de convertirnos
En nuestros salvavidas…pero eso, es otra historia.
Creo
que sólo nos hacen daño de verdad, una vez en la vida. Es el único momento en
el que sentimos como la aguja se clava con ganas en nuestra piel, como el mar
ya no nos parece tan bonito ni el huracán que tenemos en la caja torácica del
cuerpo, lucha por vivir. Supongo que la primera herida es la de ese maremoto
por culpa de alguien a quien quisimos pero él o ella no nos quería tanto,
porque nos dejo caer. Y el resto de heridas, son consecuencias de la cicatriz
permanente que dejo el maremoto cuando decidió irse.
Supongo
que a partir de ella, aprendimos a ahogarnos en nuestras propias venas mientras
anudábamos la soga alrededor del cuello, y encerramos el corazón a toda mano
que osase tocar más de lo permitido. Supongo que yo, lleve al extremo eso de
encarcelar al único órgano que me mantiene con vida, y a la vez puede sentir más cosas emocionales que los demás componentes del organismo.
He
querido – y sigo queriendo- ser sin mí y sin todos aquellos problemas que
encierro en una caja con una nota, en un tono burdeos, aunque esto es lo de
menos que pone : “No abrir en ningún momento, a no ser que el desván se esté quemando
y el corazón haya decidido huir porque la caja ha sobrepasado el peso permitido”.
Supongo
que me cuesta más de lo que os imagináis “abrirme”, permitir que alguien que no
sea de mi familia más cercana, tenga la oportunidad de conocerme con mis miles
de defectos y virtudes. Supongo que llevo arrastrando esa gran herida, desde el
día que supe que los siempre se esfuman de un plumazo y los “Voy a estar
contigo” se pierden tan rápido como la vida.
Me
rompieron una sólo vez y fue demasiado lento como para darme cuenta que lo que
un día denomine “hogar” se está convirtiendo en un cementerio de buitres. Yo,
fui mi propia asesina antes de que otros se adjudicaran el puesto, me permito
ese lujo con el fin de que sea yo, quien me vea caer y sean ellos quienes vean,
y se muerdan el labio al darse cuenta de que me vuelvo a levantar.
Supongo
que soy muy dada a asfixiarme en mi propia burbuja. Que nací con el miedo por
bandera y la Tristeza como sonrisa. Lo difícil es averiguar cuando realmente me
pasa algo y cuando sólo estoy cabreada con el mundo que un día me dejo de lado.
Y
a pesar de las heridas y del dolor que tiene habitación de lujo en nuestra
vida, aparte de perdernos entre llantos silenciosos y silencios ahogados que
rugen en nuestra garganta. Sin contar los lunares en los que quisimos acampar y
no nos dejaron o aquella mirada que nos arropaba pero decidió dejarnos
desabrigados por la sangre que corrían en nuestro cuello. Si no contamos los
desastres que hemos conocido, y al reconocernos en cada uno de aquellas torres
destruidas, hemos huido de nuestra propia verdad. Sin todo eso.
Supongo
que podemos dejar el papel de asesino para otro día y concentrarnos en el de
salvavidas.
¡Feliz Año Nuevo!
Hola:)
ResponderEliminarSupongo que tienes razón, que solo nos hacen daño de verdad una vez; la verdad, no estoy segura de si he pasado por eso, aunque espero que sí, para no tener que sufrirlo más.
Creo que todos somos los asesinos de nosotros mismos, los que nos colgamos con la soga al cuello y nos maldecimos sin descanso. Pero, también somos nosotros los que nos la quitamos y salimos adelante.
Porque, lo bonito de todo esto, es que siempre se puede salir adelante, y poco a poco, si se quiere, se consigue.
Un abrazo fuerte.
"Si no contamos los desastres que hemos conocido, y al reconocernos en cada uno de aquellas torres destruidas, hemos huido de nuestra propia verdad."
ResponderEliminarMe ha llegado, a veces somos demasiado cobardes. Pero de todo se aprende.
Muchos abrazos
bonito año para ti.
Te sigo! Acabo de descubrir tu blog y definitivamente quiero quedarme por aquí. Te seguiré leyendo!
ResponderEliminarUn beso, pásate si te apetece:
www.humanfilters.blogspot.com