Me he querido a través de tí.
Me he querido a través de ti,
me he abrazado cuando tú me
abrazabas,
y me he quedado conmigo cuando tú
has querido irte sin mí,
Ahora me quiero. Ahora te digo
adiós.
No me queda nada más que darte. No me quedan más lágrimas
que contengan tu nombre ni más abrazos escondidos que ofrecerte cuando los
demonios, furiosos, golpeen a tu corazón. No me queda nada más que susurrarte
para que la calma consiga dominar tus pesadillas; no puedo seguir siendo tu
medicina, ni la tirita que necesites cuando la herida decida sangrar.
He decidido dejarte. Dejarnos. He cerrado la puerta que me
llevaba a tu vida despacio, he hecho las maletas pero te he cedido los
recuerdos que compartimos; al menos así, no te dolerá tanto las cicatrices
cuando rebusques en la cama y no me encuentres a tu lado.
Me duele decirte adiós. Arrancarme todas tus dudas y dejar
de sostener tu sonrisa. Me duele abrirme cada herida y depositar en cada una de
ellas las razones de mi huida. Pero siento que tengo que hacerlo, no puedo estar luchando tus batallas mientras
mis mariposas son comidas por tus cuervos.
Sé que podrás soportar el silencio que vendrá cuando deje de
resonar mi risa en tu mente. Sé que te desgarraras la voz gritando mi nombre a
escondidas, coserás mis caricias en tu piel y me escribirás todos los días pero
no recibiré ningún mensaje, los borrarás antes de darle al botón de enviar,
porque entenderás que tu niña triste necesita encontrarse en otras camas, en
otros corazones, en otros rotos que no alarguen más su condena.
No pienses en cada una de los rincones de mi cuerpo que no
visitaste por miedo a las espinas que se escondían allí. No pienses en cada una
de las promesas que me pronunciaste creyendo que me quedaría. No cambies el
letrero que adornan tus ojos marrones por el de ruinas; no te mereces estar así
por mí, no mereces llorar por no saber cómo derrumbar los muros que yo misma levanté.
Acuérdate de lo que hicimos y no de la lista pendiente de
cosas que quisimos hacer juntos y no nos atrevimos. Acuérdate de nuestra
canción, de nuestros chistes malos, de aquel día en el que te miré y te dije
que te quedases; qué ironía, ¿no? Te pedí que te quedaras y ahora soy yo quién
ha decidido irse sin ninguna oportunidad de que rebatieses mi decisión. Pero
entiéndeme, ya no me queda nada.
No me queda ningún trozo de corazón que no esté roto. No me
quedan las suficientes caricias para dibujarte el mar en tu muslo. No me quedan
besos en la garganta ni miradas que sirvan de calmante para todo ese caos que
guardas dentro de tu pecho.
No quiero rendirme, te lo juro. Pero ya no sé nadar entre tantos
cuchillos y gritos de dolor.
Lo
siento, (aunque sepa de primera mano que no servirá de nada para que tus ojos
no lloren sangre)
Comentarios
Publicar un comentario
¡Cualquier opinión sera bien recibida, es más la agradezco!.
Espero que os guste. ^^