C.

No me has querido en tu corazón ni en tu vida,
no me has querido con mis heridas ni con mis inseguridades,
no me has querido nunca.

A C.

No sé por qué te escribo esto. No sé por qué ahora que ya no estás, que has decidido marcharte de mi vida sin darme explicaciones sólo con un fuerte portazo, descolocándome el corazón de sitio y abriendo nuevas heridas en mi piel. No sé por qué lo hago, si sé que no te lo mereces, pero supongo que necesito decirte adiós de alguna forma y sólo encuentro esta.

Viniste queriendo quererme, o al menos eso, es lo que parecía. Y al final has acabado rompiéndome, lanzándome cuchillos hasta hace gritar a mi corazón de dolor. Viniste prometiéndome la luna, las estrellas y todas aquellas cosas que se dicen pero no se hace. Viniste sin saber qué tormentas se escondían tras mis ojos o cuántas caricias había abandonado por el camino para poder seguir viviendo con la Tristeza.

Fuiste un bálsamo de aire fresco para mi vida. Trajiste la pieza de puzle que perdí debajo de la cama, llenaste todo de color -por un instante- y todos aquellos monstruos que dormían en mi cama, se escondieron con miedo en mi armario. Durante unos meses la niña triste de la sonrisa rota, ya no la tenía tan rota, el dolor que le atravesaba las costillas se transformó en una corriente de aire; no fuiste su héroe pero sí el empujón que necesitaba para despertarse de su propia pesadilla.

Fuiste la calma que necesitaba mi tormenta. También el cuervo que consiguió despertar a mis mariposas sin comérselas y aquella tirita que retuvo durante un tiempo la hemorragia de mi corazón. Supiste encontrar mi sonrisa detrás de todo el caos que reflejaban mis ojos y en ningún momento, dudaste entre quedarte o huir cuando todas las espinas que se escondían en mi garganta decidieron convertirte en  su diana.

Quisiste pintar mi habitación, dibujar golondrinas en mis muslos y susurrarme al oído las palabras correctas en el momento justo. Y hasta hoy, nunca te habían importado las batallas que había perdido antes de ti o de tu sonrisa encantadora. Nunca te inmutaste antes la desesperación que habitaba dentro de mí…

Y ahora que mis monstruos me proclaman la guerra de nuevo. Ahora que la tirita que me pusiste se despega, dejando salir el miedo, ahora que tus besos se habían hecho un hueco en mis clavículas… te vas.

Decides cerrar los ojos y hacer oídos sordos a mis gritos. Decides recoger tus cosas de mi habitación, dejándome sola con mi reflejo en el espejo. Decides besarme por última vez, antes de decirme que ya no aguantas tanto ruido en mi silencio. Decides dejar las telearañas, que me impedían seguir avanzando, dentro de mí. Decides arrancarme de tu vida como si fuese una mala hierba en el jardín delantero de casa.

Ahora que mis mañanas ya no tienen el olor a café de avellanas hecho por ti. Que mis manos ya no pueden acariciar tu piel y mis besos no pueden volver a su hogar. Ahora, C, que volviste a despegarme el corazón… qué hago con la lista de cosas que prometimos hacer juntos. Qué hago con las ojeras que llevan tus iniciales. Qué hago con la vida que escondimos en la botella de whisky.

Dime, C, qué hago con los abrazos que no pude darte.
Qué hago con todas las promesas que me hacen cosquillas, porque saben que tú ya no vendrás.
Qué hago.




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