Ahora soy yo quién dice adiós.
Te
he querido, a ratos, pero lo he hecho.
Te
he añorado, siempre, y nunca has querido creerlo.
Ahora que somos menos nosotros
y más tú y yo. Ahora que no hay tristeza que compartamos ni miedo del que
hablar. Ahora es cuando mi corazón empieza a quitarse las espinas para que el
dolor se acomode mejor entre ventrículo y ventrículo, y tú empiezas alejarte
sin ninguna intención de despedirte de mi
frío.
Ahora que, según tú, está todo dicho y hecho. Ahora que todos los lunes
son más domingos, y Abril está desapareciendo aunque dentro de mí vive para
recordarme las margaritas que deshoje. Tú
empiezas a construir un muro de hierro entre mi mano y tus labios y yo, que
siempre he sido una loba herida, empiezo a gemirte al oído aunque tú ya no me escuches.
Ahora que la ausencia empieza a buscarse un hueco entre mis costillas.
Ahora ni siquiera hay cuervos que me picoteen el cuello para recordarme que
sigo viva. Ahora todo me parece demasiado
triste como para dejar salir el nudo que se ha acomodado en mi garganta.
Ahora tú pronuncias un adiós en un susurro, sin mirarme a la cara,
devolviéndome todo el silencio que
había en mi vida antes de ti.
Ya no sé qué hacer con todo el caos que me has dejado en la cama. Ahora
no sé a qué mano agarrarme cuando el mundo me declare la guerra. No sé qué
hacer con las caricias que me arañan la espalda porque no encuentran tu cuello.
Ahora que tú eres más tú y yo
vuelvo a ser más olvido, qué hago con todas las intenciones que me muerden las
yemas de los dedos. Qué hago con la primavera que quiere convertirse en mi
vestido.
Ahora que no hay beso de buenos días en mi mejilla izquierda. Ahora que
todos son gritos silenciosos. Qué puedo hacer con todo el amor en el que creí y fue el
primero que supo matarme sin hacerlo.
Ahora eres el que más me está doliendo; tu voz sigue siendo la melodía que escucho antes de dormir. Ahora, que sigo
siendo la perdida y tú el héroe cobarde, no sé qué hacer con todos los lamentos
que aprisionan a mi sonrisa.
No
te has querido quedar.
No
he querido que te quedases, porque no tengo fuerzas para soportar otro dolor
que no sea el mío.
Soy yo la que te dice hasta siempre. La que no espera a que vuelvas
porque ha eliminado tu nombre de su piel. Soy yo, ahora, quién cierra las
puertas hacia tu vida porque has sido tú quien dictó la despedida y yo sólo la
lleve a cabo.
Ahora... qué nos quedará para recordarnos.
Ahora te toca respirar a ti.
ResponderEliminarSaludos
Muy lindo tu texto, se siente a través de tus palabras toda la tristeza y la melancolía del amor que ya no es, me gusto mucho!! nos leemos! saludos!!
ResponderEliminar