Voilá, c'est fini.
Me mentí porque quería olvidarte. Anudé todo el miedo a mi cuello y lo estrujé hasta que ya no pudiese respirar y él pudiera andar libremente sobre mi piel. Me mentí porque no quería mirar a los ojos del adiós y admitir que perdí en una batalla en la que nunca llevé el estandarte.
Me
mentí porque era más fácil bailar con el diablo que darle la mano a la calma;
porque habría significado perderte antes y me negaba aceptarlo. Te he seguido
escribiendo un poco todos los días, he ido arrancándome tus promesas de mi
corazón y contando los errores que cometimos, a ver si así, entendía porque yo
no pero tú sí.
Me
mentí porque cerré los ojos a la verdad y le sonreí al pasado, haciéndome creer
que era mi enemigo, cuando el único que iba en contra de mí eran tus propios
sentimientos. Caminé sobre lagos con hielo y me arañé la piel hasta verla
sangrar, porque quería que tú vinieras a cuidarla; adivinad, nunca lo hizo
porque yo ya no soy su futuro.
Me
mentí. Me rechacé el abrazo final y a cambio decidí estrellar mi vida contra un
muro invisible. Escalé tu ego y escribí cien te quiero en cada rincón de tu
cuerpo para ver si así, volvías a mirarme como lo hacías al principio. Disfracé
el dolor de herida antigua y encerré mis lágrimas en un baúl al fondo a la
izquierda de mi vida, no quería que averiguases que fuiste capaz de clavarme un
puñal mientras mis dedos acariciaban tu espalda.
Me
mentí por ti, porque quería quererte como nadie te había querido. Porque estaba
dispuesta a pintar las paredes de otro color, porque quería sumergirme siempre
en tu risa y salir a flote gracias a tu sonrisa. Me mentí porque te creí
refugio y solo eras un bosque en llamas, pidiendo auxilio
Me
mentí y te mentí porque seguía queriéndote aun cuando tu piel rechazaba mis
dedos. Te seguía queriendo aun cuando vi el nombre de otra persona grabado en
tus costillas. Te quise incluso cuando las mentiras merodeaban nuestras
palabras y los silencios se hacían cada vez más habituales.
Me
mentí cuando miré a otro y fingí que no te buscaba cada vez que él intentaba
hacerme reír. Me mentí cuando él me daba calma y yo buscaba en ella la tormenta
de tus caricias. Te mentí porque quería saltar de página y encontrarte en las
dos siguientes, pero sabía dentro de mí, que nunca pasaría eso porque tú ya estabas en otro
libro.
Me
mentí porque quererte era lo más placentero, profundo y sincero que había hecho
desde hace algún tiempo. Porque supiste esconder mis demonios en el armario y
hacer que la tinta volviera a recorrer mis venas. Te seguía queriendo incluso
cuando tú ya no me valorabas, cuando tú ya pensabas que era una gata que
maullaba en cualquier tejado y que tu nombre ya no estaba escrito en mis
clavículas.
Ahora me toca darme a mí todo el amor
que te ofrecí a ti.
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