Sangre y mariposas= olvidos.

He vomitado sangre,

Y han salido mariposas,

¿Cómo llamas a eso?

 

Decimos que no nos gustan los juegos, pero, sin embargo, seguimos apostando por corazones desconocidos y gemidos inciertos. Decimos que no volveremos a beber de esa agua y continuamos nadando, buscando una salida que refleje lo que esconde el fondo. Decimos que diremos la verdad ante quien queremos y cuando tenemos la oportunidad, arañamos la coraza hasta que la mentira encaja bien en su sonrisa.

Decimos que bailamos con la muerte, pero qué pasa si nosotros somos la muerte y los demás quienes mueren por nuestra indiferencia. Qué pasa si somos los asesinos de las ilusiones y convertimos en victimas a quienes lloran a nuestros pies, suplicando que paremos de hacerles sangrar.

Decimos que viajaremos por el mundo y el único mundo que de verdad nos quiere está en nuestra cama, dando vueltas, buscando nuestro calor, pero nosotros decidimos continuamente hacer las maletas, porque el miedo de convertirse en un ermitaño supera a la risa que nos despierta cada mañana.

Decimos que somos impares, pero en verdad cuando un brazo decide agarrarse a otro, no hay par que no suene tan bien como esa melodía de caminar junto a quien nos besa los recuerdos. Decimos que nos desharemos de las intenciones y cumpliremos las promesas, pero no hay suficiente mesa en esta sala para dejar todas aquellas que se olvidaron.

Somos de mirar a los ojos y despertar a los monstruos ajenos, pero por qué no podemos quedarnos callados y ayudar a que el daño parezca menos doloroso. Decimos tantas cosas que, al final, morimos a través de nuestras palabras y lloramos con nuestras acciones.

Yo, que aquí ya nadie dibuja heridas en mi piel porque he aprendido a acuchillarme a mi misma. Yo, que me desdibujo en el aire y corro siempre en el sentido contrario. Yo, que me miro y a veces me preguntó dónde y cómo me perdí. Yo, que mi niña interior sigue gritando, pero aprender a ignorar a veces es una virtud. Yo, ya no me quiero.

No me quiero cuando las ojeras pasean indecisas por mi cara. No me quiero cuando necesito sentirme hambrienta de cariño y satisfecha de emoción, cuando lo que siempre he querido ha sido sentirme tan plena de todo que mi corazón se quedase pequeño.

Yo, no me quiero porque quererme es un jeroglífico y aunque hubo muchos caballeros ninguno supo o quiso empuñar la espada con mi nombre. Yo, no me quiero porque sé conscientemente que hacerlo es morir en una tierra nevada y con sol radiante; una contradicción como yo misma.

Yo, solo quiero bailar con los demonios de salón y abrazar aquellas sonrisas que perdí por jugar sin leer las instrucciones. Solo quiero mirar al amanecer y preguntarme, por qué di la vida por un silencio y no por toda aquella manada de lobos que me resguardaban de mis propias balas.

Yo, ya no me quiero.

Pero qué más da cuando el miedo es tu compañero de aventuras y la incertidumbre tu mejor aliada.

 

 

Comentarios

Entradas populares