Mírame, ya sé ser sin ti.

Te escribí un 25 de Julio pero te olvidé un 22 de Enero de un año que llevo grabado en el omoplato. Tu huida propició que mis venas se llenasen de tinta y mis ojos de ríos de sangre. No duele hablar de ti ni recordar como era besarte en aquel invierno en mitad de una calle abarrotada de gente.

No duele mirarme al espejo y pensar que así ya no te gustaría o que mis costillas son demasiado invisibles para un caballero que olvidó cazar a la loba y decidió centrarse en la gata. Simplemente a veces, es raro pensar que un día fui protagonista de una película de Hollywood y al día siguiente, fui la rata que ya no encontró el túnel correcto donde refugiarse.

Me he arrancado las heridas de cuajo sin importar si la sangre brotaba a mares o a cuentagotas; lo único bueno de tu fuga fue la vuelta de mi loba a su cueva. Ahora la vuelvo a sentir tan mía que ya no quiero que nadie se acerque a acariciarla.

Cierro los ojos y la sensación de que se acerca el día de coger un vuelo a tu hogar se vuelve tan tangible que me lo creo. No echo de menos acariciarte la espalda o susurrarte al oído los miles de te quiero en francés; echo de menos a aquella niña que se columpio en una rama rota y besó al asesino de sus sentimientos.

He intentado desenterrar a la inocencia que perdí cuando te suture tus heridas pero solo he encontrado un jardín lleno de arena y ninguna flor dispuesta a florecer lejos de lo que fue y nunca será. Admito que he besado a otros cazadores novatos buscando en ellos la valentía que un día tuve y tú me lo rebataste; todos fallidos.

Volver al pasado es matarme lentamente en el presente, pero intentar saltar al futuro sin curarme las heridas de una historia incompleta es rasparme toda la piel de intenciones que quedaran en el armario del olvido. No es que sea yo ni tú, es solo que el tiempo no pone las cosas en su lugar y yo me he cansado de ordenar un hogar que ya no lleva mi inicial.

Lo siento si llamo a los monstruos de tus pesadillas o si despierto el desinterés en tu piel, pero el miedo me ha ganado la partida y yo no tengo la suficiente fuerza para pedirle la revancha; la loba se ha convertido en reina de mis movimientos y sus aullidos solo quieren cantarle a aquella noche donde se quemó su refugio.

Ofréceme la mano y prometo no morderla, pero me es imposible jurarte que no huiré al bosque sin salida cuando vea que tu cuello quiere más de mi y yo ya no sé qué es abrazar a alguien que te quiere de verdad.

No me olvides, pero no me escribas.
No me vuelvas a querer, pero no niegues tus sentimientos por mi
Yo quise ser la reina en tu ajedrez y tu solo el caballo esquivando peones.
Hiéreme pero hasta matarme; no quiero vivir donde mi loba interior ya no recuerda a su niña
triste pero feliz




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