No se trataba de estar sino de vivir(nos)

No necesito que me demuestres nada ahora,

Ya no estás en mi vida

ni volverás.   

Supe que nunca me salvarías cuando te vi arañar mis heridas. Te creíste héroe de una naufraga que nunca te pidió auxilio,  abrazaste sus gritos y la convertiste en la muda que tanto anhelabas.

Me miraste sin querer ver las miles de dudas que estaban recorriendo mi piel. Te acaricié el alma y solo me correspondiste con una sonrisa fingida; yo solo era tu recompensa. Cada vez que intentaba rescatar mi corazón del fondo del olvido, tú lo hundías más. Eras el capitán del barco de la destrucción; yo siempre lo intuí pero tú fingías no serlo mientras predicabas ser el bombero de un incendio que nunca existió.

Quemaste bosques enteros con tu desinterés. Arrancaste las alas de cientos de mariposas y luego suplicabas clemencia por aquellas cicatrices que no llevaban tus iniciales; siempre querías ser el bailarín central pero querido, no hay pista de baile para el demonio que crea monstruos.

Te besé intentando encontrar mi hogar en tu saliva, pero conseguí vacíos, soledad y mucho miedo. Nunca me sentí completa contigo, aunque me agarrases la mano a las doce de la noche; siempre quise salir corriendo cuando tu respiración acariciaba levemente mi cuello.

El día que mis ojos conocieron la Alhambra, supe que el amor de mi vida no estaba a mi lado. El desconcierto era la banda sonora que nos seguía día tras día y, mis risas solo era un intento de permanecer respirando para no ser consciente de que me autosaboteé en esta partida de ajedrez.

Te ofrecí mi cuerpo como ofrenda para que ganarás una guerra no declarada. Te suturé las heridas mientras tu no eras capaz de ignorar mi propio pasado; querías coronarte como el rey de un corazón que nunca conociste ni lo harás.

Di la vuelta a las cartas y leí mi destino.
Tú no eras la pieza de mi puzle que faltaba.
Yo no era tu premio.

El error no fue dejarte ir sino empezar a escribir un libro del que nunca fui autora.