Ella quiso queriendo y le abrazó el vacío.

Ella era la chica de la sonrisa fácil y del beso clandestino. Era el acierto escondido en respuesta incoherentes. Era la calma antes de la tormenta y el abrazo que amansa la voz que grita después del caos. Ella te veía como el caballero sin escudo, pero con un corazón de oro.

Ella nunca quiso verte de verdad.

Ella bailó hasta al amanecer con su propio monstruo. Le dio tres besos y dos gemidos y ninguno sirvió para acabar con la Tristeza que llevabas incrustada entre odio y vacío. Ella era la flor que empezó a marchitarse cuando las yemas de tus dedos empezaron a acariciarla suavemente.

Su risa envolvió tu miedo, pero tu hipocresía era aún más grande y sus lloros al anochecer no sirvieron de medicina. La miraste como quién mira algo que no busca y encuentra, pero no lo quiere; solo la necesita para adormecer el dolor que enfurece a su bestia.

Ella era la herida que nunca cesa y el último aliento antes de pronunciar un adiós eterno. Ella era la de los abrazos a distancia y los secretos mirando a los ojos. Ella era la pieza de un ajedrez olvidado y la que te cantaba cuando tus rotos empezaban a arañarte la coraza.

Era el cuerpo que te conquistó, aunque el corazón solo fue ese juguete antiestrés que usabas para serenar tus demonios. Era el café a las doce de la noche y el té a las nueve de la mañana. Era el libro doblado por cualquier página que no significaba nada, pero siempre fue quién te daba alas para que cumplieras tus metas.

Era la baraja que siempre perdía, pero con la que tú siempre ganabas. Nunca le acariciaste los vacíos, pero si ayudaste a que su desconcierto se despertara del letargo. Ella buscaba amor en tus ojos y tú le diste reproches, golpes y abandono.

Ella fue la tilde olvidada en el cajón de los recuerdos. Ella fue la primera victima de tus rencores. Ella ya no le da la mano a la vida sino a la herida, porque ya no se acuerda cómo era eso de respirar sin sentir que se desgarra por dentro.

Ella ya no es.

Y tú sigues siendo el valiente cobarde manipulador que te paseas por miles de océanos sin querer un hogar donde vivir, solo un refugio al que quemar para poder sobrevivir.

No la quisiste.
Ella te quiso
y la destruiste por eso.



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