Un adiós duele menos que el silencio.

Un leve parpadeo. Una luz diminuta que se va haciendo grande conforme pasan los días. Una mano que ofrece calidez. Una sonrisa que parece sincera. Un invierno en pleno verano. Una sombrilla que protege de aquel silencio catastrófico. Un paso tras otro que promete que el camino va a ser liviano.

Un salvavidas en medio de una tormenta. Un beso en la nuca que anuncia hogar. Una risa musical. Una mirada nunca vista. El jarrón reparado. El corazón que empieza a latir con miedo, pero con esperanzas. Unas llaves que tintinean en la oscuridad. Unas cálidas palabras que alientan un posible nuevo comienzo.

Fui la diversión en medio del aburrimiento. El mensaje que se escribe cuando no tienes ningún chat más que responder. La conversación informal para matar el tiempo, la copa de más y la falda de menos. Fui la piel que se utilizó de autopista antes de encontrar el destino. El cuello que escalar antes de conquistar la verdadera montaña.

Fui el reloj que nadie escucha y el abrazo que nadie quiere. Fui el beso sincero en la mejilla que no tenía mi nombre y la sangre recorriendo vasos sanguíneos solo para que éstas volvieran a sentir algo más que su propio caos.

He vuelto a cometer el gran error de llorar por alguien que solo me dio bocanadas de posibles y nunca pronunció un “quiero quedarme”. He vuelto a arrancarme las heridas por aquel que se proclamó lobo guerrero y solo fue un príncipe cobarde.

He vuelto a intentar enviar mi corazón a quien nunca creyó en mí, Y cómo no, la herida vuelve a relucir en mi costado izquierdo. Ya no puedo seguir visitando camas ajenas ni acariciar ojeras que no sepan abrazar mis demonios.

Se me ha acabado la energía para aquellas amistades que prometen serlo y solo buscan hacerme cosquillas para besar mis labios. No puedo seguir mirando el mar en ojos para que éstos solo me atrapen, me zarandee y me vuelvan a echar a la orilla, sin explicaciones. En silencio y sin ser capaces de despedirse.

No he me roto, he acabado por romperme. He acabado por dejar de creer que el amor tiene billete para mí, cuando seguramente el tren se fue hace tiempo. He terminado de columpiarme en habitaciones ajenas, en desordenar sabanas intentando encontrar aquel pedazo de mí que perdí y regar flores que solo morirán. 

He cerrado el hueco donde debería de residir mi corazón. No quiero querer. No quiero que me quieran. Solo quiero intentar seguir sobreviviendo en esta historia que ya no es la mía.

Ya no estoy lista ni pretendo estarlo.
Adiós a aquello que pudo haber sido pero el silencio ganó una batalla no anunciada.



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