Pensamientos desordenados.

Aprendemos mal y tarde que nadie nos espera.
Aprendemos que llevamos con la misma herida sangrando desde tiempo inmemorables y nunca cesará.

 Cerramos los ojos ante el continuo ruido de un pasado que nos abraza hasta reventarnos y cuando le queremos dar la mano al futuro, éste solo llega a ser una repetición de un error que ya vivimos.

Queremos querer, pero mejor que nos quieran más.
Queremos que alguien nos saque a bailar, pero no nos movemos de la silla.
Los golpes ya no duelen, aunque procedan de otra persona.

El dolor lo minimizamos, el amor también.
 Cómo quieres encontrarte si ya no hay nadie que te busque.

Somos refugio para algunos y fuego para otros. Somos calma y tempestad según los ojos de quién nos mira. Somos aquel silencio catastrófico que trae consigo cenizas y pesadillas. Somos aquel beso no dado y aquel abrazo olvidado. 

Somos más nada que todo. Más intenciones que hechos. Más miedo que decisión. Nos gusta jugar al “qué corazón sangrará más” mientras perdemos trenes. La valentía nos vendó los ojos un día y ya no confiamos en ella; preferimos nadar con tiburones antes que darle la mano. Preferimos romper ilusiones antes que creer en ellas. 

Queremos querer, pero preferimos que nos quieran antes; no vaya a ser que sea el amor de nuestra vida y sepa cómo deshacerse de los continuos monstruos que viven entre nuestras costillas. No vivimos, solo sobrevivimos al plan que nos hemos obligado a seguir.

Somos nuestras propias marionetas. Nuestro propio dolor. La permanente herida abierta que ignoramos, aún cuando nos hace cosquillas y nos suplica que paremos de ser asesinos de mariposas que solo quien acariciarnos los vacíos. Nos perdemos en nuestro propio Caos y huimos, aterrados, de aquella luz que nos indica el camino correcto; nos consumimos en nuestra Tristeza, porque no queremos aceptar que estamos perdidos.

No necesito que me salven, pero sí que me aliente a buscar la salida en este bosque lleno de historias a medias. No quiero cicatrices de guerras que no abanderen mi nombre. No quiero soldados cobardes ni lobos indecisos. No quiero arañazos si solo trae consigo ecos eternos de una fábula.

Quiero un tú y yo, un nosotros entero. Una cadena de sorpresas inesperadas, un día sin marcar pero que siempre se sentirá. Un latido esperado, un aliento que dispersa las dudas. Una mano que acompaña, una voz que tranquiliza, un beso imprevisible que calme los nervios escondidos.

Quiero lo que siempre he esquivado por miedo a volver a tatuarme un nombre que nunca quiso mirarme como quien mira algo quien siempre ha estado buscando.


Quiero una historia. Un intento. Una intención. Una realidad. Un orden.
Quiero un tú, aunque no lo sepas aún.

Comentarios

Entradas populares