"Un poema triste para un corazón roto..."
Un
poema triste para un corazón roto,
Un
poeta suicida para una escritora llena de vida.
Quizás el error fue mío, y no tuyo. O quizás
fuiste tú que quisiste rescatar lo imposible, cargar con las mentiras de mi
tinta y enamorarte de una falda sin vuelo. Quizás la culpable fui yo, por
querer a un triste sin remedio y suicidarme con él, con sus rimas y sus
desganas. O quizás, tanto tú como yo, pusimos peso en la balanza, para que se
inclinase al dolor y no a la felicidad. Al fin y al cabo, éramos iguales, con
distintas heridas pero cosidas por el mismo maldito sastre.
Me acuerdo de tus ganas de morir en cualquier
garganta y yo queriendo, que la garganta elegida fuese la mía. Me acuerdo de
todas aquellas mariposas a las que les corté las alas, para que no volasen
lejos de ti. Y tú manía de hacerles otras de repuesto; no querías que se
acostumbrase a tus cuervos muertos, los mismos
a los que domestique con un poco de ternura.
“Soy un triste con una vida muerta” decías. “Soy una escritora para revivir la vida del
poeta triste” te respondía. Y siempre sonreías ante mi respuesta, dejando
que un hilo de luz se colase entre tus dientes. Por un momento, la oscuridad
en la que se retorcía tu corazón se disolvía, y parecía que estabas dispuesto a
morirte sin hacerlo conmigo. Y qué bonito era imaginar que tus dedos sólo
querían desabrochar mi sujetador, aflojar la soga de mis miedos y permitir que
le rescatase de su propia vida.
Supiste encontrar mis monstruos, viviste en
cada uno de mis lunares y dejaste que aprendiese a leerte entrelineas. Supe
contar tus miedos, y alejar durante un tiempo, todos aquellos monstruos que te
habían acribillando a recuerdos. Me dejaste quererte, amansar tu fiera y
conquistar tu cuello. Permitiste que una parte de mi, reviviese otra parte de
ti muerta. Y pensé, que tal vez… pero decidiste morir en otra garganta, bañarte
en otra saliva y acariciar otros labios.
Decidiste empaquetar todos tus miedos,
retirarle el polvo al dolor y grabar tu nombre en otra piel que no fuese mía.
Decidí quererte a susurros, y morirme en tus recuerdos, mientras te rehacías en
otra cama.
Y volví a escribirte.
Volviste a morirte.
Volví a hablar de ti.
Dejaste de querer volver a mi estación.
Dejé de querer
que tus besos me hicieran cosquillas.
Dejaste de mirarme.
Dejé de querer que lo
hicieras.
Un texto lleno de recuerdos para un corazón
que no supo querer,
De una escritora que ha dejado los juegos de
trenes para niños para un poeta que aún sigue subiéndose a los equivocados y
dejando atrás a los que llevan su nombre.
Hola cariño:)
ResponderEliminarMe alegro tanto de estar aquí... Es un texto triste, pero que refleja muy bien lo que en realidad quieres transmitir; me has puesto la piel de gallina, como siempre lo haces, con tus preciosas palabras.
Estoy por aquí para desearte un feliz año, una vida un poco más allá de tus demonios del pasado, porque de verdad te la mereces.
Un abrazo muy fuerte, a pesar de que no siempre esté aquí, nunca me iré.
Feliz año nuevo.
Siempre consigues que se me remueva algo por dentro con tus textos. Me alegra saber que no has dejado de escribir.
ResponderEliminarUn saludo.